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sábado, 11 de abril de 2015

Santa Ana de los 4 Ríos de Cuenca.

Sobre Cuenca....

CARLOS ALBERTO ARROYO DEL RIO



Una de las más calificadas inteligencias que ha tenido el Ecuador. Jurisconsulto y jurista de indispensable consulta, orador que con su verbo sobresale no sólo en su patria sino en el continente. Sus méritos no son por todos reconocidos pues, su soberbia personal ha impedido que se acerquen a él con confianza y con afecto. Soberbio como pocos se vio alejado del cariño social y popular, quedando para el campo de sus amistades élites seleccionadas por él, con non recomendable avaricia. Por otra parte su actuación política ha sido gravemente controvertida, en unos casos con razón y en otros sin ella. Le tocó a él en la hora trágica de la historia soportar el peso de cargas que se habían formado desde el comenzar de la República. Para con Cuenca, tuvo siempre el Doctor Arroyo del Río, sentimientos de los más nobles y calificados. Amó a Cuenca como pocos ecuatorianos han sabido amarla y admirarla. Veamos lo que en elocuente y maravilloso estilo nos dice de Cuenca el extraordinario orador e intelectual:



"En una apacible aquedad de los andes ecuatorianos, donde la cordillera se repliega cual una sensitiva de granito para aprisionar la quietud melancólica y sugerente del paisaje serraniego; bajo la piadosa tuición de los tallados campanarios que aspiran a sustentar en sus vértices de cruces, la serenidad de un firmamento inmutable y que repiten con sus monótonas voces de bronce la isócrona voz del agua que, desleída en las cimas corre y salta entre las laderas y la voz silbante e inalterable del viento que recogió en los páramos todo el quejido lastimero de su aridez y su abandono, junto a la caricia cristalina y refrescante del río que pasa como unción delicada de jazmines, cicatrizando ha onda incurable herida de los cantiles; se extiende, cual pincelada de espumas que realzan su blancura sobre el lienzo oscuro de las montañas, una ciudad de peculiares perfiles y legendarios abolengos en la que se diría que una mano pródiga, invisible y delicada, echó la áurea cimiente que había de reventar e perpetuas y lozanas espigas de ruda madurez intelectual. Es Cuenca, la ciudad procera que fundara algunas centurias el esforzado Gil Ramírez Dávalos; es Cuenca la ciudad que comunicó a Abdón Calderón toda la pujanza de su heroísmo juvenil; es Cuenca la ciudad que dio a Fray Vicente solano la penetración maravillosa de su vidente sabiduría; es Cuenca la ciudad que forjó el republicanismo rectilíneo de Antonio Borrero Cortázar; es Cuenca, la ciudad donde se destacó el espíritu jurídico de Juan Bautista Vásquez; es Cuenca, la ciudad en la que se modeló la figura patricia de Benigno Malo; es Cuenca, la ciudad que prestó la pasmosa espontaneidad de su lira a Luis Cordero; es Cuenca, la ciudad que trajo la pluma demoledora e irresistible de Manuel J. Calle; es Cuenca, la ciudad a la cual le cupo recoger el canto de angustia, de despedida y de muerte de Dolores Veintimilla de Galindo; es Cuenca, la ciudad que iluminó con llamas de patriotismo la mentalidad de Honorato Vásquez, el defensor de nuestro derecho, el ecuatoriano por autonomacia; es Cuenca, la ciudad que brindó inagotable fontana de dulzura al alma frágil de Miguel Moreno; es Cuenca, la ciudad donde templó su espíritu de combato, José Peralta; es Cuenca, la ciudad donde se talló ese brillante de mil facetas que se llamó Remigio Crespo Toral; es Cuenca la ciudad blasonada de frescos laureles guerreros y de inmarcesibles mirtos que ciñen la frente de sus pensadores y poetas y a la cual el Ecuador en merecido gesto de pleitesía la ha dicernido el cetro de su intelectualidad".


Posteriormente, con motivo de una recordación centenaria el poeta y orador de la frase castiza y elegante, dijo lo siguiente:


“Cuenca! Las seis letras de tu nombre son seis piezas de blasón, seis acordes de himno, seis hitos de gloria, tu historia es el deslizarse del pensamiento, fúlgido en el cauce de la palabra armoniosa. Por eso tienes tu discurrir y tu lenguaje propios e inconfundibles. A ti no se te puede rendir tributo con la frase desataviada y común, sin recurrir en profanación y osadía. A ti hay que hablarte con el verbo engalanado y pulcro que recuerda la sabiduría de Vicente Solano, la fecundidad de Luis Cordero, el patriotismo de Honorato Vásquez, la oratoria de Rafael María Arízaga, la dialéctica de José Peralta, el misticismo de Miguel Moreno; el verso rotundo de Remigio Crespo Toral y la agilidad mental de Gonzalo Córdova. La columna que simbolizas en el edificio de la República, únicamente pudo ser tallada con los cinceles cívicos de Benigno Malo y de Antonio Borrero. Tus anales solamente pueden ser escritos con la pluma justiciera y flamígera de Manuel J. Calle. A ti no se te dispensa elogio, se te rinde justicia. No necesitas las espirales del incienso sino la desnudez de la verdad.

Cuenca! Sigue la parábola luminosa de tu destino: el pasado te sustenta; el presente te impulsa; el provenir te espera. Para acercarse a ti en cualquier momento, pero sobre todo en el día en que un nuevo laurel centenario exorna tu frente, hay que elevarse sobre cumbres de inspiración y de renombre. Carente yo de estas, por lo menos te saludo desde la atalaya tranquila, vertical y majestuosa de mi silencio.”



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CAMILO PONCE ENRIQUEZ

Estadista poseedor de las más calificadas virtudes cívicas. El desempeño de su mandato presidencial fue ejemplar en muchos órdenes, pero destacándose en su respeto ejemplar de las libertades públicas y los derechos humanos. El señor doctor Camilo Ponce, tiene este juicio sobre Cuenca:



“Con la viva y natural emoción del ciudadano que, merced a la voluntad popular del Ecuador dirige sus destinos desde la Presidencia de la República, me descubro reverente para saludar a Cuenca, la ciudad hidalga y generosa por excelencia.
Cuatrocientos años de manantial fecundo, sin ellos ni Pichincha ni Tarqui hubieran sido posibles. Presente en las horas del sacrificio, merced al cuotidiano cultivo del ideal, dio al prestigio de la Patria no sólo fisonomía augusta, sino generaciones enteras de hombres que amaron la belleza, en tendieron el deber y prodigaron los mejores frutos del espíritu; estadistas a lo Benigno Malo y Honorato Vásquez; poetas a lo Luis Cordero y Crespo Toral, héroes a lo Calderón y Vega; familias patricias numerosas que tradujeron la divisa castellana del Escudo de la Ciudad a un alto, positivo y ejemplar a Dios y a la Patria, puesto que, “Primero Dios y después Voz”, no fue, no es, no será otra cosa que la historia y proyección de Cuenca desde el vértice de cuatro siglos hacia la Plenitud de la Belleza y la Eternidad. Sea su futuro grande como ha sido su pasado. Sea el fulgor de la tradición que alumbra al presente, sea el espíritu que vence y enseña a vencer sobre la materia deleznable y fugaz”.


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FEDERICO GONZALEZ SUAREZ



Honra de la Iglesia en la Patria y de la Patria en la Iglesia, dijo de esta figura cumbre de nuestra intelectualidad el doctor Luis Cordero Crespo. Sus virtudes cristianas le califican como uno de los más ejemplares Obispos de la Iglesia. Personalidad múltiple la del egregio Arzobispo que se destaca también como el más eminente de los historiadores de nuestra Patria. Así se expresa Monseñor González Suárez de Cuenca:


“Gil Ramírez Dávalos, no podía haber escogido sitio mejor, la ciudad que entonces solían llamar Nueva Cuenca del Perú. Paucarbamba, en lengua de los incas quiere decir llanura florida., campos de primavera, son por cierto, aquellos donde está edificada Cuenca. Campos siempre cubiertos de verdor se extienden a un lado y a otro de la ciudad; el plano en que esta se halla edificada, bajo del lado de allá del río y alto de acá, contribuye a la hermosura de la perspectiva, cuando se va del caino hacia el sur de repente se presenta a la vista un espectáculo inesperado: al pie del río formando un remanso junto a vegas espaciosas, que se dilatan hasta tocar con la cordillera; al frente, un vistoso y tupido bosque de árboles frutales, cuyo verdor y lozanía no marchita jamás estación ninguna; cuando el sol, próximo al ocaso esparce sus últimos rayos horizontales sobre la campiña, la hermosura del espectáculo es admirable… las aguas del río, al tropezar en las piedras del cauce brillan quebrando la luz como un grupo de amontonados cristales, y las formas indefinibles y variables de los arboles resaltan contrapuestas a la vivida lumbre del sol poniente. Empero el terreno donde crece ese bosque de árboles frutales es un conjunto de piedras menudas, entre las cuales la mano laboriosa de los habitantes de esos lugares encuentra modo de hacer prosperar sus huertas, en torno a cada heredad se levantan vallados irregulares, compuestos de piedras rusticas por entre cuyas grietas introduce sus raíces el moral silvestre, que creciendo arrimado junto a los muros tiende sobre ellos agreste ramaje, matizado de enrojecidos racimos. Y en este hermoso valle vive un pueblo que cree en Dios con fervor, ama la paz como otro ninguno, gusta del trabajo y se complace en ser hospitalario.”




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ALFREDO BAQUERIZO MORENO


Poeta, prosista, ensayista fecundo, novelista, orador, parlamentario y ejemplar estadista, este alto valor guayaquileño honró con sobre de merecimientos la Presidencia de la República. Al referirse a Cuenca nos dice:



“En la tierra cuencana la que secundó el grito y la libertad de octubre, la que los defendió luego con la abundando sangre de Verdeloma; la que en brazo estrecho y fraternal en acercamiento espontáneo que dura y durará perpetuamente, intocable y sagrado, unió a sus hijos con los del caudaloso Guayas, para que Sucre por cabeza, por escudo y por espada pasara gloriosamente por Riobamba y cegarán y ceñirán las sienes el lauro inmarcesible de Pichincha. Yo te saludo ¡Oh Cuenca! Fuiste ciertamente la cuna envidiable del Niño orgullo de tu nombre y de tu fama; mas fue una entraña guayaquileña la que le concibió y dio a luz en esa cuna y fue un alto pico de los Antes, el antiguo Pichincha el que le ofreció lecho de muerte y de gloria para su temprana inmortalidad, temprana y admirable. No lo queráis para vosotros sólos, cuencanos; es nuestro, es de todos, es el símbolo más elevado y puro de la unión de esos tres núcleos primitivos que forman hoy y formarán mañana, así lo espero a pesar de cualquier oscuridad, a pesar de cualquier mancha, la brillante y espiritual Patria ecuatoriana: la de nuestros padres, la de nuestros hijos engendrados y nacidos para morir por ella o para vivir felices en su seno, en el augusto seno de su tranquila y noble independencia.”















*Prólogo de Ricardo Muñoz Chavez para el libro "Compilación de crónicas, relatos y descripciones de Cuenca y su Provincia" de Luis A. León, 1983.

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