Sobre Cuenca....
CARLOS ALBERTO ARROYO DEL RIO
Una de las más calificadas inteligencias que ha tenido el Ecuador. Jurisconsulto y jurista de indispensable consulta, orador que con su verbo sobresale no sólo en su patria sino en el continente. Sus méritos no son por todos reconocidos pues, su soberbia personal ha impedido que se acerquen a él con confianza y con afecto. Soberbio como pocos se vio alejado del cariño social y popular, quedando para el campo de sus amistades élites seleccionadas por él, con non recomendable avaricia. Por otra parte su actuación política ha sido gravemente controvertida, en unos casos con razón y en otros sin ella. Le tocó a él en la hora trágica de la historia soportar el peso de cargas que se habían formado desde el comenzar de la República. Para con Cuenca, tuvo siempre el Doctor Arroyo del Río, sentimientos de los más nobles y calificados. Amó a Cuenca como pocos ecuatorianos han sabido amarla y admirarla. Veamos lo que en elocuente y maravilloso estilo nos dice de Cuenca el extraordinario orador e intelectual:
"En una
apacible aquedad de los andes ecuatorianos, donde la cordillera se repliega
cual una sensitiva de granito para aprisionar la quietud melancólica y
sugerente del paisaje serraniego; bajo la piadosa tuición de los tallados
campanarios que aspiran a sustentar en sus vértices de cruces, la serenidad de
un firmamento inmutable y que repiten con sus monótonas voces de bronce la
isócrona voz del agua que, desleída en las cimas corre y salta entre las
laderas y la voz silbante e inalterable del viento que recogió en los páramos
todo el quejido lastimero de su aridez y su abandono, junto a la caricia
cristalina y refrescante del río que pasa como unción delicada de jazmines,
cicatrizando ha onda incurable herida de los cantiles; se extiende, cual
pincelada de espumas que realzan su blancura sobre el lienzo oscuro de las
montañas, una ciudad de peculiares perfiles y legendarios abolengos en la que
se diría que una mano pródiga, invisible y delicada, echó la áurea cimiente que
había de reventar e perpetuas y lozanas espigas de ruda madurez intelectual. Es
Cuenca, la ciudad procera que fundara algunas centurias el esforzado Gil
Ramírez Dávalos; es Cuenca la ciudad que comunicó a Abdón Calderón toda la
pujanza de su heroísmo juvenil; es Cuenca la ciudad que dio a Fray Vicente
solano la penetración maravillosa de su vidente sabiduría; es Cuenca la ciudad
que forjó el republicanismo rectilíneo de Antonio Borrero Cortázar; es Cuenca,
la ciudad donde se destacó el espíritu jurídico de Juan Bautista Vásquez; es
Cuenca, la ciudad en la que se modeló la figura patricia de Benigno Malo; es
Cuenca, la ciudad que prestó la pasmosa espontaneidad de su lira a Luis
Cordero; es Cuenca, la ciudad que trajo la pluma demoledora e irresistible de
Manuel J. Calle; es Cuenca, la ciudad a la cual le cupo recoger el canto de
angustia, de despedida y de muerte de Dolores Veintimilla de Galindo; es
Cuenca, la ciudad que iluminó con llamas de patriotismo la mentalidad de
Honorato Vásquez, el defensor de nuestro derecho, el ecuatoriano por autonomacia;
es Cuenca, la ciudad que brindó inagotable fontana de dulzura al alma frágil de
Miguel Moreno; es Cuenca, la ciudad donde templó su espíritu de combato, José
Peralta; es Cuenca, la ciudad donde se talló ese brillante de mil facetas que
se llamó Remigio Crespo Toral; es Cuenca la ciudad blasonada de frescos
laureles guerreros y de inmarcesibles mirtos que ciñen la frente de sus
pensadores y poetas y a la cual el Ecuador en merecido gesto de pleitesía la ha
dicernido el cetro de su intelectualidad".
Posteriormente, con
motivo de una recordación centenaria el poeta y orador de la frase castiza y
elegante, dijo lo siguiente:
“Cuenca! Las
seis letras de tu nombre son seis piezas de blasón, seis acordes de himno, seis
hitos de gloria, tu historia es el deslizarse del pensamiento, fúlgido en el
cauce de la palabra armoniosa. Por eso tienes tu discurrir y tu lenguaje
propios e inconfundibles. A ti no se te puede rendir tributo con la frase
desataviada y común, sin recurrir en profanación y osadía. A ti hay que
hablarte con el verbo engalanado y pulcro que recuerda la sabiduría de Vicente
Solano, la fecundidad de Luis Cordero, el patriotismo de Honorato Vásquez, la
oratoria de Rafael María Arízaga, la dialéctica de José Peralta, el misticismo
de Miguel Moreno; el verso rotundo de Remigio Crespo Toral y la agilidad mental
de Gonzalo Córdova. La columna que simbolizas en el edificio de la República,
únicamente pudo ser tallada con los cinceles cívicos de Benigno Malo y de
Antonio Borrero. Tus anales solamente pueden ser escritos con la pluma
justiciera y flamígera de Manuel J. Calle. A ti no se te dispensa elogio, se te
rinde justicia. No necesitas las espirales del incienso sino la desnudez de la
verdad.
Cuenca!
Sigue la parábola luminosa de tu destino: el pasado te sustenta; el presente te
impulsa; el provenir te espera. Para acercarse a ti en cualquier momento, pero
sobre todo en el día en que un nuevo laurel centenario exorna tu frente, hay
que elevarse sobre cumbres de inspiración y de renombre. Carente yo de estas,
por lo menos te saludo desde la atalaya tranquila, vertical y majestuosa de mi
silencio.”
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CAMILO PONCE ENRIQUEZ
Estadista poseedor de las más
calificadas virtudes cívicas. El desempeño de su mandato presidencial fue
ejemplar en muchos órdenes, pero destacándose en su respeto ejemplar de las
libertades públicas y los derechos humanos. El señor doctor Camilo Ponce, tiene
este juicio sobre Cuenca:
“Con la viva y natural emoción
del ciudadano que, merced a la voluntad popular del Ecuador dirige sus destinos
desde la Presidencia de la República, me descubro reverente para saludar a
Cuenca, la ciudad hidalga y generosa por excelencia.
Cuatrocientos años de manantial
fecundo, sin ellos ni Pichincha ni Tarqui hubieran sido posibles. Presente en
las horas del sacrificio, merced al cuotidiano cultivo del ideal, dio al
prestigio de la Patria no sólo fisonomía augusta, sino generaciones enteras de
hombres que amaron la belleza, en tendieron el deber y prodigaron los mejores
frutos del espíritu; estadistas a lo Benigno Malo y Honorato Vásquez; poetas a
lo Luis Cordero y Crespo Toral, héroes a lo Calderón y Vega; familias patricias
numerosas que tradujeron la divisa castellana del Escudo de la Ciudad a un
alto, positivo y ejemplar a Dios y a la Patria, puesto que, “Primero Dios y
después Voz”, no fue, no es, no será otra cosa que la historia y proyección de
Cuenca desde el vértice de cuatro siglos hacia la Plenitud de la Belleza y la
Eternidad. Sea su futuro grande como ha sido su pasado. Sea el fulgor de la
tradición que alumbra al presente, sea el espíritu que vence y enseña a vencer
sobre la materia deleznable y fugaz”.
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FEDERICO GONZALEZ SUAREZ
Honra de la Iglesia en la
Patria y de la Patria en la Iglesia, dijo de esta figura cumbre de nuestra
intelectualidad el doctor Luis Cordero Crespo. Sus virtudes cristianas le
califican como uno de los más ejemplares Obispos de la Iglesia. Personalidad
múltiple la del egregio Arzobispo que se destaca también como el más eminente
de los historiadores de nuestra Patria. Así se expresa Monseñor González Suárez
de Cuenca:
“Gil Ramírez Dávalos, no podía
haber escogido sitio mejor, la ciudad que entonces solían llamar Nueva Cuenca
del Perú. Paucarbamba, en lengua de los incas quiere decir llanura florida.,
campos de primavera, son por cierto, aquellos donde está edificada Cuenca.
Campos siempre cubiertos de verdor se extienden a un lado y a otro de la
ciudad; el plano en que esta se halla edificada, bajo del lado de allá del río
y alto de acá, contribuye a la hermosura de la perspectiva, cuando se va del
caino hacia el sur de repente se presenta a la vista un espectáculo inesperado:
al pie del río formando un remanso junto a vegas espaciosas, que se dilatan
hasta tocar con la cordillera; al frente, un vistoso y tupido bosque de árboles
frutales, cuyo verdor y lozanía no marchita jamás estación ninguna; cuando el
sol, próximo al ocaso esparce sus últimos rayos horizontales sobre la campiña,
la hermosura del espectáculo es admirable… las aguas del río, al tropezar en
las piedras del cauce brillan quebrando la luz como un grupo de amontonados
cristales, y las formas indefinibles y variables de los arboles resaltan
contrapuestas a la vivida lumbre del sol poniente. Empero el terreno donde
crece ese bosque de árboles frutales es un conjunto de piedras menudas, entre
las cuales la mano laboriosa de los habitantes de esos lugares encuentra modo
de hacer prosperar sus huertas, en torno a cada heredad se levantan vallados
irregulares, compuestos de piedras rusticas por entre cuyas grietas introduce
sus raíces el moral silvestre, que creciendo arrimado junto a los muros tiende
sobre ellos agreste ramaje, matizado de enrojecidos racimos. Y en este hermoso
valle vive un pueblo que cree en Dios con fervor, ama la paz como otro ninguno,
gusta del trabajo y se complace en ser hospitalario.”
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ALFREDO
BAQUERIZO MORENO
Poeta, prosista, ensayista fecundo, novelista, orador,
parlamentario y ejemplar estadista, este alto valor guayaquileño honró con
sobre de merecimientos la Presidencia de la República. Al referirse a Cuenca
nos dice:
“En la tierra cuencana la que secundó el grito y la libertad de octubre, la que los defendió luego con la abundando sangre de Verdeloma; la que en brazo estrecho y fraternal en acercamiento espontáneo que dura y durará perpetuamente, intocable y sagrado, unió a sus hijos con los del caudaloso Guayas, para que Sucre por cabeza, por escudo y por espada pasara gloriosamente por Riobamba y cegarán y ceñirán las sienes el lauro inmarcesible de Pichincha. Yo te saludo ¡Oh Cuenca! Fuiste ciertamente la cuna envidiable del Niño orgullo de tu nombre y de tu fama; mas fue una entraña guayaquileña la que le concibió y dio a luz en esa cuna y fue un alto pico de los Antes, el antiguo Pichincha el que le ofreció lecho de muerte y de gloria para su temprana inmortalidad, temprana y admirable. No lo queráis para vosotros sólos, cuencanos; es nuestro, es de todos, es el símbolo más elevado y puro de la unión de esos tres núcleos primitivos que forman hoy y formarán mañana, así lo espero a pesar de cualquier oscuridad, a pesar de cualquier mancha, la brillante y espiritual Patria ecuatoriana: la de nuestros padres, la de nuestros hijos engendrados y nacidos para morir por ella o para vivir felices en su seno, en el augusto seno de su tranquila y noble independencia.”
*Prólogo de Ricardo Muñoz Chavez para el libro "Compilación de crónicas, relatos y descripciones de Cuenca y su Provincia" de Luis A. León, 1983.
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