Delio al margen de un torrente,
contemplaba la corriente
que bulliciosa fluía.
Mas, cuando en ella fijar
la mirada procuraba,
vio que ligera pasaba,
que pasaba sin cesar.
Alzó los ojos el niño,
y una nubecilla hermosa,
vio matizada de rosa,
de oro, púrpura y armiño.
También se desvaneció,
cual de gasa tenue velo,
pero el limpio azul del cielo
fijo en el fondo quedó.
Entonces el inocente
llegó al fin a comprender,
cómo el humano placer
huye como la corriente.
El cielo le dijo así,
en un lenguaje profundo;
todo es fugaz en el mundo:
no hay ventura sino en mí.
Dr. Luis Cordero
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