N
Nación.- Tres algos hacen la prosperidad de
cualquiera nación:
Algo de piratería, algo de infidelidad, y
algo de conquista. Los romanos y cartagineses comenzaron con estos algos, y se
acabaron por exceso. Algunas naciones de Europa tienen también estos algos; y se
acabaron como los romanos y cartagineses.
Dos naciones se distinguieron mucho en la antigüedad: Grecia y Roma.
Otras dos hacen un gran papel en la época presente: Francia e Inglaterra.
Comparadas estas últimas con las primeras se hallarán muchos puntos de relaciones.
El francés tiene la versatilidad ateniense; el inglés, la obstinación romana.
La Francia presenta la literatura griega; la Inglaterra la sabiduría romana. El
teatro francés tiene la abundancia y las gracias del teatro griego; el inglés,
un no sé qué de austero y sombrío, como el romano. El Gobierno francés
participa bastante del juicio y popularidad del Areópago; el Gobierno inglés
parece un sucesor legítimo de la política y aristocracia del Senado romano. Los
griegos fueron los maestros de los romanos; la Francia ha sido el modelo de la
civilización actual de Inglaterra. Sin Descartes no habría habido Newton.
Carlos II llevó a su patria la delicadeza de la Corte de Luis XIV, y todo el
siglo de este Monarca fundó la sociedad regia de Londres; y desde entonces
comenzó a desaparecer la austeridad, y aún se puede decir la rusticidad que
habría introducido Cromwel con su protectorado.
Las naciones que comienzan, son como los niños, a quienes no se les
puede dar lecciones largas y abstractas. Tal fue el pensamiento de Franklin,
cuando publicó en los Estados Unidos sus célebres máximas y sentencias
políticas y económicas. ¡Ojalá hubiera muchos que le imiten!
Napoleón.- Napoleón tenía más sed de
mandar, que de honor y gloria. Por esta razón se le puede comparar más bien con
Gengis Kan y Cromwel que con Washington y Bolívar.
Naturaleza.- La naturaleza es más bien una
escuela de teología que de física.
Necio.- Disputar con un necio es exponerse
a una aventura, como la de Don Quijote con los molinos de viento.
Nobleza.- La nobleza es como el dinero, que
se aprecia más el adquirido que el heredado.
O
Orgullo.- El ignorante sin orgullo es un
hombre; el sabio orgulloso es un demonio, y el ignorante orgulloso es una
bestia.
P
PAPA.- El que niega la infalibilidad del
Papa en materia de fe y de costumbres, es hereje; así como el que da el primer
paso para subir a la horca, no es ahorcado.
Partidario.- El partidario busca la verdad;
el faccioso quiere sostener su idea a todo trance. El primero es un hombre que
puede equivocarse; el segundo es una fiera que sigue con seguridad su presa
hasta devorarla.
Para conocer quién es el partidario y quién faccioso, la mejor regla es
la del Evangelio: Ex fructibus eorum cognoscetis eos.
Partido.- Cuando en una sociedad se
suscitan muchos partidos, se puede afirmar que ninguno de ellos sigue la
verdad. Esta es una; y por consiguiente, excluye toda divergencia de opiniones.
Algunos conocerán la verdad, pero nunca podrán formar un cuerpo respetable a
favor de ella; así como los navegantes, durante la borrasca, no podrán dirigir
la nave por el rumbo que indica la seguridad.
En medio de los partidos, el partido mejor
es no tomarlo, y dejar que se destruyan unos por otros.
Esto es lo que dicta la
sana política. Pero la política de Maquiavelo obra de otro modo: ella aviva el
Fuego de todos los partidos y adelanta la destrucción de éstos para sacar
partido de su ruina. Así Cromwel llegó a dominar a los ingleses atacando en
público a los realistas, como republicano; y ocultamente a los republicanos,
como defensor del Rey.
Patriotas.- Hay patriotas que hacen más
daño que provecho a su patria; son como las nubes tempestuosas, que se deshacen
en lluvias, no para fecundar, sino para esterilizar los campos. Si Cartago no
hubiera tenido a Aníbal, tal vez ahora hubiese estado en pie.
Muchos se hacen patriotas por mandar y
ninguno por obedecer.
Quitad a Mazzini y a Garibaldi sus
pretenciones, y los veréis en las filas de los austriacos.
Pensamiento.- Para ser pensador basta tener
ingenio; pero para pensar bien, es menester rectitud de corazón. Esta rectitud
arregla los pensamientos, como la péndola el movimiento de un reloj.
Pensadores.- Hay pensamientos de
entendimiento y pensamientos de ingenio. Los primeros son comunes a la especie:
los segundos pertenecen a los hombres pensadores.
¿Cuántos pensadores hay en Europa? ¿Cuántos
en América?
Contadlos y hallaréis los grados de
ilustración de ambos hemisferios.
Periódico.- La multitud de periódicos en un
país, prueba más bien el espíritu de novelería que el progreso de las luces.
Los periodistas son los árabes beduinos de la literatura: cuanto más se
multiplican, tanto más roban.
Prensa.- La prensa es un fuego que ilumina
y quema. Hace lo primero, si es imparcial; y lo segundo, si procede con
parcialidad. La imparcialidad no consiste en no tener partido alguno, sino en
que no se sostenga una facción: partido y facción son cosas distintas.
La
prensa, si al menos no dice como Quevedo: Verdades diré en camisa –poco menos
que desnudas-, no merece el nombre de republicana. La verdad desnuda conviene a
las repúblicas
.
La prensa ecuatoriana ha sido hasta ahora
como una vieja regañona, que habla mucho y hace peores a sus hijos y
domésticos.
Pobre.- El pobre es la máquina en que
fabrica el rico su moneda.
Casi todos se quejan de su pobreza; pero
nadie se queja de su ociosidad, o de su disipación, que son el origen de su
pobreza.
Política.- El campo de la política tiene
tres zonas: frígida, templada y ardiente. Un buen político desecha los extremos
y adopta el medio.
La política ecuatoriana, aunque muy
complicada, es fácil comprenderla. En el Ecuador no hay más que dos partidos:
uno de los engañadores y otro de los engañados. Aquí viene la exclamación de
Shakespeare: ¡Poor people! ¡Pobre pueblo!
La
política verdadera se aprende en el estudio del corazón humano; y la escuela de
este estudio es su propio corazón.
La
política moderna es como el juego, en que más es lo que se pierde que lo que se
gana.
La
política quiere gobernar el mundo por el interés; la religión por el amor. Los
vínculos de la primera son facticios; los de la segunda están en la naturaleza
del hombre. Véase por qué es necesaria la religión en las sociedades.
La política quiere hacer ricos por la
ciencia; la religión por la limosna: Date et dabitur vobis . . .
Para apreciar a los hombres se necesita un
criterio muy fino y delicado: este es el alma de la política; sin él no hay más
que errores y equivocaciones en materia de elogios, de gobierno, etc.
La política quiere cierta libertad que no
traspase las leyes, ni las observe con bajeza y servilismo. Hoc opus, hic labor
est. Esto es muy arduo; y por esto los grandes políticos, tanto antiguos como
modernos, han creído ser necesario invocar las luces del cielo por medio de la religión.
Providencia.- Arquímedes no podía mover el
globo terráqueo con su palanca, por falta de un punto de apoyo. El Cristianismo
ha sacado el mundo de la moral de su centro, porque tiene su palanca y su punto
de apoyo: la divina Providencia.
Proyecto.- No hay proyecto, por más arduo
que sea, que no le parezca fácil al que ve la ejecución. De aquí nace el
desprecio o la indiferencia de los ignorantes por la obras más ingeniosas.
Publicista.- Los publicistas son los
médicos de las sociedades políticas; ellos matan más que curan, como los
médicos del cuerpo.
Pueblo.- Di a los pueblos en qué consiste
su verdadera felicidad, y te tendrán por un predicador de vejeces. Proponles
una paradoja, un disparate, una teoría. . . y te mirarán como a un grande
hombre, digno de ser escuchado. Los
pueblos, pues, son como los niños, que aman un juguete y desprecian una obra
maestra de pintura o escultura.
La popularidad, por lo común, es honrosa;
pero jamás la populachidad. (1)
El pueblo no necesita tanto de ciencia,
cuanto de religión y moral.
(1): Popularidad viene del pueblo; y
populachidad de populacho.
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