L
Leguleyos.-
Rocafuerte ha dicho: El título de abogado es una patente de corso. Este es un
insulto al cuerpo de los abogados. Si él hubiese contraído su pensamiento a los
leguleyos habría dicho una verdad.
Los leguleyos no pueden ser buenos
políticos, porque, esclavos de las fórmulas legales, ellos las aplican bien o
mal a los casos prácticos.
Leyes.-
¿Quién manda en Esparta? –dijo un extranjero a un espartano- La ley, contestó éste.
–Pero la ley puede ser mala, y entonces ¿Qué ventaja reporta la sociedad? –Más
tolerable es la fuerza de la ley, sea como fuere, que el capricho despótico de
los gobernantes.
El magistrado dispone de la ley; es que
tiene dinero, de la ley y del magistrado.
Las
leyes físicas son las leyes de los cuerpos, y la ley natural es la ley de los
espíritus.
Más
fácil es que haya cuerpos sin leyes físicas que espíritus sin ley natural.
Es tan necesaria la ley a los seres, que hasta
el mismo Dios está sujeto a una ley, que es su esencia inmutable.
Libertad.-
La libertad es la piedra filosofal de los publicistas.
Los que pretenden abatir el despotismo y
plantar la libertad sin tener virtudes, son como los que quieren derribar un
árbol inmenso sin ver el lado por donde puedan ser oprimidos.
Libro.- El medio más seguro para juzgar del ingenio de cualquiera es presentarle un
libro: según el trato que le diere, está resuelto el problema.
Los libros son al ingenio lo que las joyas a
las mujeres: realzan la belleza, pero no la dan.
El que publica un libro y tiene bastante
amor propio, no hace sino buscar su mortificación. Las críticas no le gustan; y
cuando no las hay, el libro no sirve de nada.
Si la Biblia no fuese revelada, no habría
obra como ella. ¡Qué poesía! ¡Qué historia! ¡Qué moral! Dirían. Sin la
revelación ambos Testamentos serían unos libros divinos. La impiedad declama
contra la Inquisicion y condena la Escritura in odium auctoris. ¿Cuál de las
dos Inquisiciones es la detestable?
Los libros sagrados serían divinos para
ciertos hombres, si no fuesen divinos.
La naturaleza es un rico museo y la Biblia
es su historia. Son dos libros escritos por la sabiduría eterna, el uno a los
sentido y el otro al entendimiento. ¡Infeliz del que no lee en estos libros el
nombre de su autor!
Luz.-
Las mariposas nocturnas llamadas falenas, huyen de la luz del sol y buscan la
llama de una vela, en que mueren. Así algunos hombres aborrecen la brillante
luz de la religión y pierden su vida entre las débiles luces de la ciencia
humana.
M
Maestro.-
Hay dos clases de maestros: unos que enseñan a los que no saben; y otros a los
que saben.
Enseñar al que no sabe es obra de misericordia: enseñar al que sabe
¿qué será? El mundo está lleno de maestros de esta segunda clase; mientras que
son poquísimos los de la primera.-
Magistratura.-
Cuando la magistratura y la abogacía se miran como un oficio y no como una
profesión, la justicia es el reo y el verdugo las leyes.
Matrimonio.-
El matrimonio es santo, y por lo mismo está lleno de trabajos.
Maridos,
amad a vuestras mujeres, dice el Apóstol; y lo mismo dice el mundo. El uno por
la virtud y el otro por el vicio.
Medicina.-
Quitad de la medicina las drogas y quedará tan pobre, que raras veces se
manifestará en público.
La medicina cura el cuerpo y no tiene reglas
tan fijas como la filosofía cristiana, que cura el alma.
Mentira.-
La mentira es muy fecunda: si echas una, verás nacer innumerables.
Tres clases de hombres se han hecho dueños
de la mentira: los mercaderes, los viajeros y los historiadores.
Místicos.-
Los místicos son unos químicos espirituales que, analizando el tiempo, tienen
por resultado la muerte y la eternidad.
Monarquía.-
En las monarquías representativas los grandes se hacen populares, como los que
se acercan a un animal para atarlo.
En las monarquías absolutas los grandes
son, respecto del pueblo, lo que en la aritmética los números respecto del
cero.
Moral.-
La moral profana sufre mediocridad; la moral evangélica es como la poesía, que
exige siempre lo perfecto, lo óptimo, lo sublime. ¡Si paulum a summo descessit, vergit ad imum!
(Horat).
No
hay más que un médico en el mundo: la moral.
Muerte.- El féretro es la cuna de la
inmortalidad, como la cuna es el féretro de la vida moral.
La
muerte es como el cráter de un volcán en acción, que visto de lejos no infunde
terror, y a veces causa placer. Pero su cercanía hace temblar al más intrépido.
No
hay cosa más triste que la muerte: pocos saben aplicar las reglas a los casos
prácticos; y por esto hay pocos que sepan morir bien.
Si
quieres morir de hambre, dedícate a la literatura y hazte crítico.
Mujeres.- Un filósofo de la antigüedad
decía: “Si no hubiese mujeres nuestra conversación sería con los dioses”. Este
es un disparate como si una mujer dijese: “Si no hubiese hombres nuestra
conversación sería con Dios”. La miseria de la especie humana no consiste en la
diversidad de sexos, sino en el abuso de las inclinaciones naturales.
Mundo.- El mundo aprecia al que le
desprecia, cuando éste lo hace por humildad y no por orgullo.
Todas las ciencias tienen sus problemas insolubles; pero el problema más
arduo es el de la ciencia de los mundos, que consiste en querer hacer de este
valle de lágrimas un lugar de delicias.
En
la medalla del mundo el anverso mira a Dios y el reverso al diablo. Por esto no
pueden sufrir los hombres, ni la virtud ni el vicio en superlativo grado; y se
avienen muy bien con una mezcla de de virtudes y vicios. Pedro invoca la
religión como una cosa necesaria para vivir en sociedad. ¡Verdad! ¡verdad!
Exclama la multitud.
Pero ¿qué religión? -La religión católica, apostólica, romana.-
¡Abajo Pedro! –Juan dice: “No se necesita religión alguna para establecer la
sociedad: todas las religiones son picardías, y nada más” –Unos pocos le
aplauden; pero éstos no componen el mundo.
-La multitud grita: ¡Qué impiedad! ¡Abajo
Juan! – “La religión es necesaria, y cada uno traiga a la sociedad la que
profesa, o la que quiere profesar: tolerémonos todos”. Véase aquí una mezcla de
virtud y de vicio más monstruosa que la figura descrita por Horacio en la
primera página de su Arte poético.
La
última catástrofe del mundo consistirá, según está anunciada, en que el hombre
sólo gobernará al hombre.-
El Antecristo.
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