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Demonio.- El demonio es un cero en el guarismo de nuestras culpas: los números que dan todo el valor somos nosotros mismos.
Despotismo.- El despotismo literario es tan temible como el político. En la república de las letras se ven, a veces, dictadores como en la sociedad política.
No es tan nocivo al progreso de las luces el despotismo, como el que sea el jefe de la nación un pedante. Los siglos de Alejandro Augusto, de Luis XIV, fueron brillantes. ¿Por qué la Inglaterra no hizo progresos bajo el reinado de Jacobo I? - Porque Jacobo, a pesar de que los ingleses le llamaban Salomón de su siglo, no era Salomón sino un pedante.- ¿Por qué la Prusia con Federico II, llamado el Grande, no se aventajó, como debía, con su academia de Berlín, Voltaire, Maupertius, etc.? Porque Federico no era sabio, sino un pedante.- El pedante sostiene a los literatos con el brazo izquierdo, y los deprime con el derecho. El pedante quiere singularizarse, y si tiene el mando supremo, es el Cromwel de la literatura.
Dignidades.- Si obtuviesen las dignidades y empleos solamente los hombres de bien, ¿con qué premiaría Dios a los perversos en este mundo, por los servicios que algunas veces le hacen? _ Receperunt mercedem suam vani vana (San Agustín).
Las dignidades y empleos son el mayorazgo asignado por una ley gótica al primogénito, que es el valimiento, y no al mérito, que es el hermano segundo.
Dios.- Si fuese posible ignorar la existencia de Dios, también sería posible comprender su esencia: no se ignora ni se comprende sino lo finito.
Nadie ignora la existencia de la tierra, del aire, del fuego, del agua; porque estos elementos están en relación con nuestro ser físico.
Mucho menos se puede ignorar la existencia de Dios, por ser mayor la relación de la constitución física y moral del hombre con su Criador, que la de los elementos con nuestro cuerpo.
Si la existencia de Dios fuese una invención humana, como quieren los ateístas, el inventor de una cosa tan admirable merecería los honores divinos. Se daría una idolatría excusable, o más bien, no habría idolatría.
Entre todos los señores, el menos servido es Dios: entre todos los reyes, el menos obedecido es Dios: entre todos los padres, el menos amado es Dios. Dios es todo y para el hombre es nada.
Doctores.- Si los doctores fuesen doctos, la ciencia sería muy vulgar, y, por consiguiente, despreciable.
Felizmente sucede en la carrera de las ciencias lo que en los juegos olímpicos: muchos corrían y muy pocos eran dignos del premio.
Dolor.- El dolor es un aire mortífero que respira el hombre desde su nacimiento. El placer es un céfiro que vivifica y pasa.
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Economía.- La economía es a la riqueza lo que la luz a los objetos. Sin la luz, no hay visión; sin economía, no hay riqueza.
Ecuador.- El Ecuador nunca puede ser una República grande mientras exista entre la Nueva Granada y el Perú; así como no puede progresar una planta oprimida por dos cuerpos enormes.
Séneca era un filósofo tocado del spleen, y por tanto nos dejó los siguientes versos en su tragedia intitulada Troas (Las Troyanas), act. 4o.
Dulce maerenti populus delentum,
Dulce lamentis resonare gentes.
Si Séneca hubiese vivido en este tiempo y en el Ecuador, sin duda habría estado como en su centro disfrutando de tantos dolores y angustias que experimentamos; porque verdaderamente, en la época actual, nuestra pobre patria es el populus doluntum del filósofo español. Sin embargo, no habría dejado de reírse algunas veces asistiendo a las graciosas comedias políticas que se representan entre nosotros.
Edad.- La naturaleza ha dado cabellos y barba al hombre para distinguir su edad; porque, por sus acciones, siempre es niño.
Educación.- Si la educación consistiese sólo en buenos preceptos y jamás en ejemplos, por lo común los hombres serían bien educados.
En materia de educación todos son maestros; pero hay pocos modelos.
El Genio del Cristianismo.- El Genio del Cristianismo, obra marcada con todo el peso y la belleza de la religión, salió de la pluma de Chateaubriand pobre, y huyó de la cartera del ministro, y de la mesa del vizconde y del par. La grandeza humana es como un globo aerostático que no lleva en su elevación sino cosas leves.
Elogio.- La embriaguez de los elogios es más funesta que la del vino. Para transtornar la cabeza de cualquiera basta elogiar sus méritos verdaderos o supuestos. Por esto la Divina Providencia permite que el juicio del hombre se incline más a la detracción que al panegírico.
Enemigo.- Si desprecias siempre a tu enemigo por su debilidad, te expones a que él triunfe de ti. El enemigo débil es como el aire, que, a pesar de su sutileza o tenuidad, puede hacer explosiones terribles.
Temer siempre al enemigo, es cobardía; no temerle nunca, es imprudencia.
¿Quieres vengarte de tu enemigo? Llénale de beneficios: la prosperidad le arruinará más de lo que tú pudieras hacer contra él.
Engreído.- ¿Quieres ver a un engreído? Dale dinero, ciencia o empleo.
Epicuro.- Epicuro y Maquiavelo deben estar muy irritados en el otro mundo. Casi todos los hombres son discípulos de ellos y practican su doctrina. Sin embargo, se avergüenzan de confesarlo, como aquellas mujeres que llevan el fruto de su prostitución y no se atreven a manifestar el autor.
Escritos.- Para que tus escritos sean apreciables, no basta que los hagas buenos; es preciso que tengas partido entre tus lectores. Los sufragios que se dan a los literatos son como los que se hacen por las almas del purgatorio: pocos, y por los amigos y parientes.
Españoles.- Los españoles del siglo XVI fueron lo que los griegos, antes de la aparición de los romanos. Ellos llevaron su idioma, las luces, las conquistas a países muy remotos, como los griegos bajo el imperio de Alejandro. Los españoles subsisten formando nación, porque han adorado al Dios de Pelayo; los griegos han desaparecido, porque adoraban al dios ignorado: IGNOTO DEO. . .
Esclavitud.- La esclavitud va delante y la libertad atrás: por esto, muchos que buscan la libertad, caen frecuentemente en la esclavitud.
En materia de libertad se contentan con el nombre, como aquellos que se suponen nobles y no lo son.
Los hombres son como ciervos y los venados que, constituidos una vez en el campo de la libertad, no se detienen en un punto, sino que recorren terrenos inmensos hasta caer en las garras de alguna fiera o en las manos de los cazadores.
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