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domingo, 11 de marzo de 2018

JOSÉ DOMINGO DE LA MERCED DE LA MAR Y CORTÁZAR (1776 - 1830) / SEMBLANTE

Fue bautizado D. José Domingo de la Merced de La Mar y Cortázar, el 12 de mayo de 1776, en la parroquia El Sagrario de la ciudad de Cuenca,
Hijo del vizcaíno Marcos La Mar Migura, secretario que fue de las gobernaciones de Cumaná y Cartagena, tesorero y contador de Hacienda de Guayaquil, Cuenca, Bogotá y Quito; y de doña Josefa Paula (Ruiz de) Cortázar y Labayén, guayaquileña y hermana del obispo de Cuenca, José Ignacio Cortázar y Labayén, y descendiente de Rodrigo de Vargas y Guzmán, conquistador de la Costa del Mar del Sur y capitán general de la isla de La Puná. Francisco de Requena, tío de su madre, fue gobernador y comandante general de Maynas; María Josefa Justa La Mar y Cortázar, hermana de José, casaría con el capitán de milicias Juan Bautista Elizalde, vinculado también a la aristocracia no titulada de Guayaquil. Otro hermano de su madre fue Francisco Cortázar y Labayén, abogado de la Real Audiencia de Quito, gobernador de Jaén de Bracamoros, oidor de la Real Audiencia de Santa Fe de Bogotá y regente de la Real Audiencia de Quito. Francisco Cortázar estudió en Lima en el Seminario de Santo Toribio de Mogrovejo y se graduó de bachiller en la Universidad de San Marcos. Fue con él con quien José de La Mar viajaría a España siendo un niño aún; ingresó al Seminario de Nobles de Madrid y descolló especialmente en matemáticas y demás estudios vinculados a la profesión militar, aprovechando para aprender el francés.



José Joaquín de Olmedo - Canto a Bolívar 
(fragmento)

Allá por otra parte
sereno, pero siempre infatigable,
terrible cual su nombre, batallando
se presenta La-Mar, y se apresura
la tarda rota del protervo bando.
Era su antiguo voto, por la patria
combatir y morir; Dios complacido
combatir y vencer le ha concedido.
Mártir del pundonor, he aquí tu día:
ya la calumnia impía
bajo tu pie bramando confundida,
te sonríe la Patria agradecida;
y tu nombre glorioso,
al armónico canto que resuena
en las floridas márgenes del Guayas
que por oírlo su corriente enfrena,
se mezclará , y el pecho de tu amigo,
tus hazañas cantando y tu ventura,

palpitará de gozo y de ternura.

*Comandante General de la Provincia de Guayaquil 1822


"Vinieron al fin los beligerantes al campo de Ayacucho, donde al general La Mar, colocado a la izquierda del ejercito libertador con su división, compuesta de la Legión Peruana y de los batallones 1, 2 y 3, tocó batirse con el mariscal Valdés, que mandaba la ala derecha del ejercito realista, constante de seis piezas de montaña, cuatro batallones y dos escuadrones de húsares. Valdés rompió sobre La Mar un fuego vivísimo, horroroso, con la artillería y un batallón desplegado en guerrilla. Este violento ataque de la mejor tropa española al mando de su mejor jefe, hubiera sido más que suficiente para que La Mar hubiese perdido su división, y el ejercito la batalla; a no ser por un soldado imperturbable en el peligro. Cedieron un tanto los batallones peruanos extenuados; pero La Mar los volvió a alentar y entraron nuevamente en combate. El general en jefe conociendo el peligro y valor de La Mar, le mandó de refuerzo los batallones Vencedor y Vargas de la guardia colombiana, los que rompiendo el fuego sobre Valdés, lo hicieron retroceder. Derrotado el centro de los españoles y expedito para atacar el segundo escuadrón de húsares de Junin, mandóle cargar el general en jefe a la caballería de Valdés; y lo hizo con tal denuedo, que fue completo el triunfo sobre el terrible asturiano, que al ver perdida su división y la batalla, probó su orgullo por primera y última vez en el Perú el más acerbo desengaño.
 


Los españoles dispersos volvían a subir la montaña Condorcunca en donde habían tenido su campamento antes del sangriento choque, y allí por órdenes de sus jefes se iban reuniendo: siendo los que se juntaron más de tres mil doscientos hombres, fuera de jefes y oficiales; tal vez no se habría obtenido el final desenlace de la guerra, a no haber ocupado a la una de la tarde las alturas de la montaña las divisiones de La Mar y de Lara, que tuvieron a los vencidos bajo tiro de fusil. No cabe duda que el General La Mar persuadió a Canterac para que celebrase una capitulación, manifestándole lo inútil, escandaloso y lastimero que sería derramar más sangre. Convencidos Canterac y los demás jefes españoles de esta verdad, se dejó traer el primero por La Mar a la tienda del General Sucre donde se ajustó el convenio."



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