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viernes, 29 de mayo de 2015

Boletín y Elegía de las Mitas...


por César Dávila Andrade.


 




I
Yo soy Juan Atampam, Blas Llaguarcos, Bernabé Ladña,
Andres Chabla, Isidro Guamancela, Pablo Pumacuri,
Marcos Lema, Gaspar Tomayco, Sebastián Caxicondor.
Nací y agonicé en Chorlavi, Chamanal, Tanlagua,
Nieblí. Sí, mucho agonicé en Chisingue,
Naxiche, Guambayna, Poaló, Cotopilaló.
Sudor de Sangre tuve en Caxají, Quinchiriná,
en Cicalpa, Licto y Conrogal.
Padecí todo el Cristo de mi raza en Tixán, en Saucay,
en Molleturo, Cojitambo, en Tovavela y Zhoray.
Añadí así, más blancura y dolor a la Cruz que trujeron mis verdugos.


II
A mí, tam. A José Vacancela tam.
A Lucas Chaca tam. A Roque Caxicondor tam.
En plaza de Pomasqui y en rueda de otros naturales
nos trasquilaron hasta el frío la cabeza.
Oh, Pachacámac, Señor del Universo,
nunca sentimos más helada tu sonrisa,
y al páramo subimos desnudos de cabeza,
a coronarnos, llorando, con tu Sol.
(Recitativo)
A Melchor Pumaluisa, hijo de Guápulo,
En medio patio de hacienda, con cuchillo de abrir chachos,
Cortáronle testes.
Y, pateándole, a caminar delante
de nuestros ojos llenos de lágrimas.
Echaba, a golpes, chorro de ristre de sangre.
Cayó de bruces en la flor de su cuerpo.
Oh, Pachacámac, Señor del Infinito,
Tú, que manchas el Sol entre los muertos.



III
Y vuestro Teniente y Justicia Mayor
José de Uribe: “Te ordeno”. Y yo,
con los otros indios, llevabámosle a todo pedir,
de casa en casa, para sus paseos en hamaca.
Mientras mujeres nuestras, con hijas, mitayas,
a barrer, carmenar, a texer a escardar;
a hilar, a lamer platos de barro -nuestra hechura-,
Y a yacer con Viracochas,
nuestras flores de dos muslos,
para traer al mestizo y verdugo venidero.


IV
(Recitativo)
Entre lavadoras de platos, barrenderas, hierbateras,
a una, llamada Dulita, cayósele una escudilla de barro,
y cayósele, ay, a cien pedazos.
Y vino el mestizo Juan Ruíz, de tanto odio para nosotros
por retorcido de sangre.
A la cocina llevóle pateándole nalgas, y ella, sin llorar,
ni una lágrima. Pero dijo una palabra suya y nuestra: Carajú
Sin paga, sin maíz, sin runa-mora,
Ya sin hambre de puro no comer;
solo calavera, llorando granizo viejo por mejillas,
llegué trayendo frutos de la yunga.
A cuatro semanas de ayuno.

(Recitativo)
Recibiéronme: Mi hija partida en dos por Alférez Quintanilla,
Mujer, de conviviente de él. Dos hijos muertos a látigo.
Oh, Pachacámac, y yo, a la vida.
Así morí.
Y de tanto dolor, a siete cielos,
por sesenta soles, oh, Pachacámac,
mujer pariendo mi hijo, le torcí los brazos.
Ella, dulce ya de tanto aborto, dijo:
“Quiebra maqui de guagua; no quiero que sirva
Que sirva de mitayo a Viracochas”.
Quebré






V
(Recitativo)
Y entre Curas, tam, unos pareciendo diablos, buitres, había.
Iguales. Peores que los otros de dos piernas.
Otros decían: “Hijo, Amor, Cristo”.
Y ellos: “Contribución, mitayo a mis haciendas,
a tejer dentro de Iglesia, aceite para lámpara,
cera de monumentos, huevos de ceniza,
doctrina y ciegos doctrineros.
Vihuela, India para la cocina, hijas para la casa.
Así dijeron. Obedecí.
Y después: Sebastián, Manuel, Roque, Salva,
Miguel, Antonio. Mitayos, a hierba, leña, carbón,
paja, peces, piedras, maíz, mujeres, hijas. Todo servicio.
A runa -llama tam, que en tres meses
comistes dos mil corazones de ellas.
A mujer que tan comiste
cerca de oreja de marido y de hijo, noche a noche.
Brazos llevaron al mal.
Ojos al llanto.
Hombros al soplo de sus foetes.
Mejillas a lo duro de sus botas.
Corazón que estrujaron, pisando ante mitayo,
cuerpos de mamas, mujeres, hijas.
Solo nosotros, hemos sufrido
el mundo horrible de sus corazones.


VI
En obraje de telas, sargas, capisayos, ponchos,
yo, el desnudo, hundido en calabozos, trabajé
año cuarenta días,
con apenas puñado de maíz para el pulso
que era más delgado que el hilo que tejía.
Encerrado desde la aurora hasta el otro claror,
sin comer tejí, tejí.
Hice la tela con que vestían cuerpos los Señores
que dieron soledad de blancura a mi esqueleto.
Y el Día Viernes Santo amanecí encerrado,
boca abajo, sobre el telar,
con vomito de sangre entre los hilos y lanzadera.
Así, entinte con mi alma, llena de costado,
la tela de los que me desnudaron.
“Porque no hemos venido
a vivir en la tierra.
Solo venimos a soñar.
Solo venimos a amar.
Aquí, en la Tierra”.


VII
(Recitativo)
Y tam, supieras, Amigo de mi angustia,
como foeteaban cada día sin falta.
“Capisayo al suelo, calzoncillo al suelo,
Tu, bocabajo, mitayo. Cuenta cada latigazo”.
Yo, iba contando: 2,5,9,30,45,70.
Así aprendí a contar en tu castellano,
con mi dolor y mis llagas.
En seguida, levantándome, chorreando sangre,
Tenía que besar látigo y mano de verdugos.
“Dioselopagui, Amito”, así decía de terror y gratitud.
Y a un Cristo, adrede, tam trujeron,
entre lanzas, banderas y caballos.
Y a su nombre, hiciéronme agradecer el hambre,
la sed, los azotes diarios, los servicios de Iglesia,
la muerte y la desraza de mi raza.
(Así avisa al mundo, Amigo de la angustia.
Así, avisa. Di. Da diciendo. Dios te pague).


VIII
Y bajo ese mesmo Cristo,
Negra nube de buitres de trapo vinieron. Tantos.
Cientos de casas hicieron en la Patria.
Miles de hijos. Robos de altar. Pillerías de cama.
Dejáronme en una línea de camino,
sin Sur, sin Norte, sin choza, sin… dejáronme!
Y, después, a batir barro, entraña de mi tierra;
Hacer cal de caleras, a trabajar en batanes,
en templos, paredes, pinturas, torres, columnas, capiteles.
Y, yo, a la intemperie!
Y, después, en trapiches que tenían,
moliendo caña, moliéronme las manos:
Hermanos de trabajo bebieron mi sanguaza. Miel y sangre
y Llanto.
Y ellos, tantos, en propias pulperías,
enseñáronme el triste cielo del alcohol
Y la desesperanza.
Gracias!
Oh, Pachacámac, Señor del Universo!
Tú que no eres hembra ni varón.
Tú que eres Todo y eres Nada,
Óyeme, escúchame.
Como el venado herido por la sed
Te busco y solo a ti te adoro.


IX
Minero fui, por dos años, ocho meses.
Nada de comer. Nada de amar. Nunca vida.
La bocamina, fue mi cielo y mi tumba.
Yo, que usé el oro para las fiestas de mi Emperador,
supe padecer con su luz,
por la codicia y la crueldad de otros.
Dormimos miles de mitayos,
a pura mosca, látigo, fiebres, en galpones,
custodiados con un amo que solo daba muerte.
Pero, después de dos años, ocho meses, salí.
Salimos seiscientos mitayos, de veinte mil que entramos.


X
Pero, salí. Oh, sol reventado por mi madre!
Te miré en mis ojos de cautivo.
Lloré agua de sol en punta de pestañas.
Y te mire, Oh Pachacámac, muerto,
en los brazos que ahora hacen esquina
de madera y de clavos a otro Dios.
Pero salí. No reconocía ya mi Patria.
Desde la negrura, volví hacia el azul.
Quitumbe de alma y sol, llore de alegría.
Volvíamos. Nunca he vuelto solo
Entre cuevas de Cumbe, ya en goteras de Cuenca,
Encontré vivo de luna el cadáver
De Pedro Axitimbay, mi hermano.
Vile mucho. Mucho vile, y le encontré el pecho.
Era un hueso plano. Era un espejo. Me incliné.
Me miré, pestañeando. Y me reconocí. Yo, era él mismo!
Y dije:
Oh Pachacámac, Señor del Universo!
Oh Chambo, Mulaló, Sibambe, Tomebamba;
Guangara de Don Nuño Valderrama.
Adios. Pachacámac, Adiós. Rinimi. No te olvido!


XI
A ti, Rodrigo Núñez de Bonilla.
Pedro Martín Montanero, Alonso de Bastidas,
Sancho de la Carrera, hijo. Diego Sandoval.
Mi odio. Mi justicia.
A ti Rodrigo Darcos, dueño de tantas minas,
de tantas vidas de curicamayos.
Tus lavaderos del Río Santa Bárbola.
Minas de Ama Virgen del Rosario en Cañaribamba.
Minas del gran cerro de Malal, junto al río helado.
Minas de Zaruma; minas de Catacocha. Minas!
Gran buscador de riquezas, diablo de oro.
Chupador de sangre y lágrimas del Indio!
Que cientos de noches cuidé tus acequias, por leguas
para moler tu oro,
en tu mortero de ocho martillos y tres fuelles.
Oro para ti. Oro para tus mujeres. Oro para tus reyes.
Oro para mi muerte. Oro!


XII
Pero un día volví. Y ahora vuelvo!
Ahora soy Santiago Agag, Roque Buestende,
Mateo Comaguara, Esteban Chuquitaype, Pablo Duchinanchay,
Gregario Guartatana, Francisco Nati-Canar, Bartolome Dumbay!
Y ahora, toda esta Tierra es mía.
Desde Llaguagua hasta Burgay;
desde Irubí hasta el Buerán;
desde Guaslán, hasta Punsara, pasando por Biblián.
Y es mía para adentro, como mujer en la noche
Y es mía para arriba hasta más allá del gavilán.
Vuelvo, Álzome!
Levántome después del Tercer Siglo, de entre los muertos!
con los muertos, vengo!
La Tumba India se retuerce con todas sus caderas
sus mamas y sus vientres.
La Gran Tumba se enarca y se levanta
después del Tercer Siglo, dentre las lomas y los páramos,
Las cumbre, los yungas, los abismos, las minas, los azufres, las cangaguas.
Regreso desde los cerros, donde moríamos,
a la luz del frío. Desde los ríos, donde moríamos en cuadrillas.
Desde las minas, donde moríamos en rosarios.
Desde la Muerte, donde moríamos en grano.


(Recitativo)
Regreso.
Regresamos! Pachacámac!
Yo soy Juan Atampam! Yo, tam!
Yo soy Marcos Guamán! Yo, tam!
Yo soy Roque Jadán! Yo tam!
Comaguara, soy. Gualanlema, Quilaquilago, Caxicondor,
Pumacuri, Tomayco, Chuquitaype, Guartatana, Duchinachay, Dumbay,
Somos, Seremos, Soy!



jueves, 28 de mayo de 2015

¡Rinimi, Llacta!

¡Rinimi, Llagta, rinimi
may carupi causangapa;
Mana quiquin Llagtashina
cuyanguichu runataca!

Huarmi, churita saquishpa,
ayllucunata cungashpa,
Cay tuta, quilla llugshigpi,
ñanta japinimi, Llagta.

Anga millayta ricushpa,
imashinami urpi huahua,
urcuta tigrash, chingarin,
cacapi miticungapa.

Chasnami cuyayla rini,
supay aputa manchashpa
chasnami, mana jaycapi
ricuringapa, chingasha.

Chayug runa cashca quipa,
huagchami cani cunanca;
paymi callaymanta quichun
jatun Apunchi cushcata.

Ñuca huasi paypag huasi;
ñuca allpapish paypag allpa.
¡Huyrappi rig ugshashina
causacunimi, Llagtalla!

Ushi huahuapish huañunmi,
paypag ucupi huacashpa.
¡Ushita quichuna randi;
shunguta quichunman carca!...

¡Alau! Nishpa, cungurishpa,
maquicunata churashpa,
quishpichigpa ñaupagpimi
huacami runa cashcata.

Pay Apunchicha ricunga;
paychari caita munarca;
payhuanmi saquispa rini
ishcay curipiticaca.

Ichapish, Pay cutichigpi,
muyumusha carumanta,
Huarmihuanpish, churihuanpish,
miticushpa callpangapa.

Maycan tuta, chaupi tuta,
sachata catish, chayashpa,
huiquijunda ugllashachari
cunan jichuscacunata.

¡Icha quimsandi llugshishun;
quimsandilla causangapa,
mana pipish tarigrina
urcuhuashapi chogllashpa!

Huañunatami llaquini
chican llagtapi, sapalla,
manapish cayman cutishpa,
manarag ishcayta ugllashpa.

¿Pichari, chasna huañugpi,
<Huañunmi> nishpa huillanga?
Ishcaya ñuca cutigta
shuyangachari shuyaylla...

¡Chayca ña quilla shamunmi,
payuchaupita quimllashpa!
¡Chayca jatarish purina
llaquipish chayana cashca!...


Rinimi, Llacata rinimi
may carupi huañungapa;
¡Mana quiquin llagtashina
cuyanguichu runataca.!






LC

lunes, 4 de mayo de 2015

Johannes Baptista Stiehle:



"El ingenio creador, Juan Stiehle, era alemán. Y tan solo llegó de la comunidad del Santísimo Redentor. “El Hermano Juan” como se le llamaba simplemente. Pero el Hermano Juan Stiehle tenía dentro la chispa del ingenio. Si en Alemania no dejó obra imperecedera, la dejó aquí en Cuenca, la ciudad que quedó consagrada a la Virgen Inmaculada, desde el instante en que se puso la primera piedra de La Catedral.    El Hermano Juan, humilde como un puñado de modestia, un guión negro de silencio, debió un día concebir el milagro, y lo concibió, como una Campana que resonase para siempre lo que sus labios nunca pronunciaron; como una rosa gigantesca que asciende de la tierra al cielo por lo que su cuerpo nunca se levantó, hundido en su sencillez. Era artista y era santo: por eso compuso La Catedral, figura de eternidad, como quien pronunciase avemarías"





Luis Moscoso Vega.





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“Esta populosa y extensa comarca del antiguo Azuay, ha visto con asombro la vasta e intensa campaña de religión y de cultura de los Religiosos Redentoristas. A ellos se debe la transformación de Cuenca, de sus usos y costumbres y la total evangelización de los habitantes de los campos. Los padres han enseñado prácticamente la arquitectura, los métodos agrícolas, la horticultura; han contribuido a incrementar industrias y oficios. Desde sus claustros se dirigió la construcción de la suntuosa catedral de esta ciudad cuyo arquitecto fue el eminente profesional Hermano Juan Stiehle”.


“Eminente profesional que no solamente nos dio la noción de lo que era el arte monumental, sino que depuró el gusto, aun para las construcciones privadas y ordinarias. A lo largo de nuestras calles se ven enfilando viviendas modernas en que es imposible desconocer la influencia estilística del Hno. Juan Stiehle”.




Sr. Remigio Crespo Toral en EL PROGRESO, 1992. 
Cuenca - Ecuador.





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“Dios mismo nos envió al religioso tan modesto, como inteligente y hábil. Al humilde y benemérito Hermano Redentorista Juan Bautista Stiehle. Su nombre deberá grabarse un día en letrasdeoro sobre la fachada de la nueva catedral”


Cuenca; Obispo Manuel María Pólit Lasso, 1908.





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“Dibujante Benedicto, paciente, nimio, consagrado, hace de cada boceto una obra de arte eximio, más si se valoriza haberlo ejecutado cuando la ceguera ya impedía al dibujante realizar a plenitud lo que su habilidad innata y su pasión misionera extraían de su hontanar artístico. La vocación redentorista fue vivida por este humilde Hermano en  una actitud misionera permanente… Se conoce que su humildad fue tanta, que la figura del simple hermano acrecentó el sentido cristiano de la verdadera fraternidad, siendo ella un mensaje misionero de cada instante y fuerza edificadora de la comunidad. Tan humilde como eficaz misionero, tan silencioso como fecundo constructor comunitario”



Alberto Luna Tobar, arzobispo 
emérito de Cuenca.