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jueves, 14 de abril de 2016

Bésame.- María Ramona Cordero León




Bésame en la boca,
tentación sangrienta
que en el marfilino
color de mi tez
tu mirada aloca:
bésala, tuya es.

Toma y aprisiona
mis labios, retenlos
mucho, mucho tiempo
dentro de tu boca
y quede en la mía
la huella imprecisa
de tu beso eterno.

Ahoga mi risa,
 sofoca mi aliento
con tu dicha loca:
bésame en la boca.
***
Bésame en la frente:
mi frente es muy blanca. . .
muy blanca. . .
Tu beso ha de ser
como un roce de alas
para ese diáfano
albor de mi frente.

Con la dulcedumbre
del despetalarse
de una margarita;
con la levedad
de la mariposa
que besa a una rosa;
con el misticismo
del nardo que muere
al pie del Santísimo:
con esa dulzura,
ese misticismo
y esa levedad:
piano. . . quedamente . . .
bésame en la frente.

Bésame en los ojos
con tu mejor beso:
un beso desnudo
de malos antojos.

Juntando tus labios
ponlos en mis ojos
como si posaras
tu alma sobre ellos;
como si besaras
la imagen bendita
de tu madrecita . . .

Bésame en los ojos
con tu mejor beso;
mis ojos son buenos,
mis ojos son tristes,
mis ojos ignoran
la maldad del beso.
¿Qué saben mis ojos
de tus sueños rojos? . . .

Por eso:
con tu mejor beso,
con piedad y unción,
cual si te llegaras
a la Comunión;
pura, santamente,
sin darme sonrojos:
bésame en los ojos.
***
Bésame en los senos:
armiño escondido
tras la caridad
leve del vestido;
inquietante dúo
de rosas gemelas;
dormidas palomas
en un mismo nido;
de esencia de vida
llenecitas pomas.

Mis senos . . . mis senos . . .
blancura encendida
con yemas de rosas,
Mis senos …
ondulantes, plenos:
bésame en los senos.

Bésame en las manos:
mis manos piadosas
y caritativas;
mis manos que ungieron
sangrientas heridas;
manos que ahondaron
muchísimas vidas . . .

Sigilosamente,
mis manos tentaron
esas vidas simples,
diáfanas, de arroyo,
y otras pecadoras
de sucio torrente.

Pon tu boca ardiente,
pon, sobre la albura
sabia de mis manos,
y duérmela en ella
para que se torne
más buena tu boca.

Si vieras:
cual curan mis manos
la lepra deforme,
las llagas más vivas
de muchos Hermanos:
y los dejan limpios . . .
y los vuelven sanos . . .

Bésame . . . sí . . . bésame
bésame las manos.
***
Bésame los pies
y no pienses que es
un capricho mío
bésame los pies . . .

Ellos no han hollado
huertos florecidos;
no les ha lamido
cariciosa, el agua;
sino que se han ido
sangrientos, dolidos,
por una espinada
vía de dolores.

¡Ay, cuánto han sufrido
mis pequeños pies! . . .



Sendas desoladas,
arenas candentes,
crispadas pendientes,
estepas heladas
saben de mis pies;
saben de la sangre
que en ellas hollaron
y de las crueldades
que les lastimaron.

¡Ay, cuánto han sentido,
cuánto . . . ya lo ves!:

Por esto, arrodíllate,

bésame los pies.




MARYCORYLÉ.