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martes, 22 de marzo de 2016

Luis Cordero:

Al Glorioso Cervantes Saavedra
A los Trescientos años de haber nacido su inmortal don Quijote de la Mancha:


I

Para irrisión de andantes caballeros,
lanzaste el tuyo, de figura triste,
tempestuoso filántropo, que embiste
doquiera que barrunta desafueros.

A su lado pusiste el de escuderos
perfecto tipo, que al Manchego asiste
sólo porque el Fidalgo le conquiste
ínsulas en que hartarse de pucheros. . .

¡Tal es la sociedad! Almas ardientes
pugnan por el derecho conculcado,
provocando la risa de las gentes;

mientras un maula rústico y taimado
sirve de Sancho Panza a los valientes
por el plebeyo gaje del bocado.


II


Loco es tu paladín; mas, su manía
de amparar a dolientes desvalidos,
castigando a bellacos y bandidos,
a punto está de ser sabiduría.

Al otro mandria, de cabeza fría,
que todo lo refiere a los sentidos,
¿qué le importan fazañas ni cumplidos,
si al sórdido interés tiene por guía?

Hidalgo el uno, la hermosura crea
que corazón le acepte y homenaje,
férvido adorador de Dulcinea.

Villano el otro, sueña con el gaje,
y, si en algo más noble se recrea,
es sólo al recobrar a su bagaje.


III

Desazones, derrotas, penitencia,
todo lo arrostra el ínclito Manchego,
que, encendido de amor en vivo fuego,
milita en protección de la inocencia.

El paje es un modelo de indolencia,
a injurias mudo, para lidias ciego,
muy discreto, eso sí, cuando entra en juego
el tema de la propia conveniencia.

El adalid, que al débil presta auxilio,
deplorará, con frases peregrinas,
la suerte de Cardenio o de Basilio.

El mozo, de Camacho en las cocinas,
vagará como en propio domicilio,
engullendo perdices y gallinas.



IV

Don Quijote es el noble visionario,
por altos ideales aturdido;
Sancho es aquel plebeyo buen sentido,
que prefiere a la gloria el numerario.

Si embiste el Caballero temerario,
 el mozo queda oculto o encogido,
y ni palabra chista, si, vencido,
no abandona el palenque el adversario.

Blande el Hidalgo la pujante lanza
sólo por la justicia y por su hermosa,
que así de caballeros es usanza.

El zafio una piltrafa apetitosa
les pide a las alforjas, como Panza;
don Quijote es poema: Sancho es prosa.



V

El uno al natural, el otro al vuelo;
aquél con su sarcástica simpleza;
éste elevada siempre la cabeza,
confundiendo al Toboso con el cielo.

Arranques de piedad en todo duelo;
lujo de cortesana gentileza;
contra follones, varonil fiereza;
de honrosos lances insaciable anhelo.

Socarrón, el criado, le acompaña,
sobre enjalma de mísero borrico,
sólo por el botín de la campaña;

y olvida el manteamiento y cierra el pico,
porque su burdo cálculo le engaña
con Baratarias que han de hacerle rico.




VI


Tal es el mundo, ilustre Romancero:
algunos, con la mente perturbada,
imitan la ideal, pero arriesgada,
profesión del Andante Caballero.

Otros, como su rústico escudero,
 buscan lo material de la tajada,
aunque agujas los pinchen; porque nada
los enamora más que don Dinero.

Armemos los Quijotes por docenas;
montemos por millares a los Panzas,
y tendremos del mundo las escenas,

donde, al romperse quijotescas lanzas,
estallen burlas y se lloren penas,
producto de estrambóticas andanzas.



VII


¡Cervantes inmortal!, ¡cuánta cordura
acertaste a encarnar en la demencia,
haciendo de tu artista la excelencia
perpetuo asombro de la edad futura.

Moral, erudición, literatura,
milicia, poesía y elocuencia,
¡todo con la fantástica apariencia
y el bizarro color de la locura!

¡Sublime Manco, si llegase el día
en que la humana sociedad agote,
por deplorable caso, su alegría;

para hacer que otra vez la risa brote
en sonoros raudales, bastaría
abrir entre los tristes tu Quijote!








    




miércoles, 2 de marzo de 2016

"Balada de la hija y las profundas evidencias".-

El gozo de la luz se hace manzana;
el sueño de la tierra, hierba trémula.
Lo más lento del aire se hace nube;
lo más ágil del agua, pez o espuma.

Lo más áureo del sol prende la espiga.
Lo más triste del cielo cae en lluvia.
Lo más raudo del viento cuaja en pájaro;
lo más sueño del hombre, en canto, en hijo…

¡Oh sueño de mis sueños, Hija Amada,
alboroto de mi alma, flor surgida
entre tantos escombros de la sangre!
¡Pequeña uña rabiosa de la vida!

Me redimes del tiempo, luminosa
arteria del diamante o del lucero.
Antes de ti, el bosque, el prado, el río;
después, el corazón, de nuevo el bosque…

No hay antes ni después; sólo este júbilo
detenido en tus ojos para siempre.
¿Qué pudo suceder antes de tu alma
o advenir después de tu sonrisa?

¡Cuánto tardaste, amor, en devolverme
la soledad gastada a manos llenas!
Monedas de pasión nunca extraviadas,
en mi canto tornáis, multiplicadas.

¿En dónde está la espina de mi infancia,
la luz de junio sobre los nogales,
el ardor del torrente, la oxidada
cimbra que en la humedad tensan las ranas?

¿En dónde están: mi corazón cansado
de tanto amar a los desposeídos,
las grandes pausas de abandono y muerte
frente al total silencio de los astros?

¿Qué se hicieron los días en que el vino
fundó la realidad con los fantasmas,
la ola de redención de la belleza
que rescató los despojos de los sueños?

¿Qué se hizo la mar, su piel violenta,
la agitación del ser cumpliendo, insomne?
¿Qué fue de la conciencia empecinada
en oponerse al mundo, que es su imagen?

El ser retorna al ser. Nada se pierde.
Lo más leve del fuego esplende en llama,
lo más denso del rayo nutre el trueno;
lo más puro del alma, el polvo, el tiempo…

Lo más frágil del alba quiebra en trino;
lo más pobre del pobre, en la ternura.
Lo más blando del ave adensa el nido.
Lo profundo del hombre se hace canto…

En dar brillo y aroma a los rosales
gasté muchas sandalias y veranos;
en otorgar murmullo a los arroyos,
rumor del corazón, flema del alma.

Todo iniciaba en mí su resonancia.
Cobrando oscuridad, como la noche
para el hilván de las constelaciones,
se apagaba mi ser, y el mundo ardía…

Nada es gratuito, si algo es verdadero.
No cuestan sólo el pan y las camisas:
más caro es el balido del cordero,
la luz del alba, de nuevo, en la ventana…

En mí fue dispersión, Niña Preciosa,
lo que tu sangre aquieta y eslabona:
la redondez del fruto no recuerda
la oscura agitación de las raíces…

Desde mis arboledas, como un himno,
el rumor de tus venas se expandía.
Mi alma soñaba a tu alma; como el viento,
su nudo de palomas desatado.

Eres yo y más que yo: eres la espuma
que torna a la inconstancia de la ola;
el desmoronamiento del aroma,
devuelto a la cantera de la rosa.

Eres yo y más que yo: en ti regresa
el bosque a ser puñado de semillas;
retornan las madejas de la nube
al susurrante asombro de las aguas.

Te prolongo hacia ayer; tú me proyectas
con la avidez del ala, hacia el futuro.
Agotas, tú, mi ser y lo desbordas
en el presente puro de tus ojos…

¡Porque nada se gasta sin motivo!
Lo más dulce del trébol se hace abeja;
lo más terso del tacto, p1el amada;
lo mas arduo del alma, pensamiento.

Lo voluble del nardo huye en aroma.
Lo tenaz de los huesos pacta en lágrimas.
Lo más fresco del árbol se hace sombra
lo ávido de la conciencia, el universo…

Quebranto y alegría, anhelos, júbilo,
vuelven al corazón donde partieron.
Pero si alguien soñó o amó en la vida
los confines del mundo ha dilatado.

Ya no es el mundo el mismo, su armonía
con recientes acordes ha acrecido.
Si vuelve la cometa, es diferente:
torna empapada del rumor del cielo.

¡Oh esencia extraña del cundir humano;
vida que sólo es vida si e.s más vida!
¡Oh pura agilidad siempre en peligro,
efímera extensión, sombra del tiempo!…

En hermosura y música regresa
tu imagen bienamada hasta mi pecho
de varón solitario, corroído
por el viento nocturno de la muerte.

Con sombra de paloma hice tu frente,
con peso de jazmín tus leves manos.
Al espectro del ciervo yo he creado
para que fulgurara en tus cabellos.

La oveja me devuelve la dulzura
con que aureolé su paz para tus ojos.
Para tu voz, el río me repone
su manojo de venas disgregadas…

En ti rescato lo que di a la vida:
mi niñez aventada en las espinas:
mis años junto al mar, allá en las islas,
oyendo respirar, sordo, el planeta.

¡Hija mía, presagio de la dicha!:
no la felicidad, su anuncio sólo,
!a intensa exaltación que la antecede
y que, por no advenida, jamás cesa…

Nada fue inútil mientras destellaba.
Lo absorto de la piedra engendra el musgo.
Lo inmóvil de la altura se hace nieve;
el perfil de la brisa, mariposa.

Lo terco del sonido irradia en eco;
la plétora del ser, en sensaciones.
Lo más voraz del alma enarca el sexo.
Lo vano del recuerdo se hace olvido…

De queresas de mosca estamos hechos,
de obstinada pasión irremediable.
No venimos, no vamos, aquí estamos;
mientras anima el fuego fulguramos…

Sólo el amor nos salva y justifica
la indolente crueldad de la existencia.
Sólo el amor y el canto nos reintegran
lo que dimos al mundo, dilatándolo.

¡Hija amada, burbuja de alegría!,
todo converge en ti y, acrecentado,
en tierra, en cielo, en mar, en aire, en fuego,
reposa en ti, salvado para siempre…








Efraín Jara Idrovo.

Efraín Jara Idrovo:.

GRACIAS POR DARME, AMOR, TU AIROSA FLECHA.


Gracias por darme, Amor, tu airosa flecha
que me ensangrienta en horas ya de ocaso:
lapso en que al corazón ronda el misterio
con su respiración de leopardo...


Tiempo y conocimiento no menguaron
mi intrepidez, mecida entre relámpagos.
La intemperie es mi patria, no el sosiego.
Amo la intensidad, no lo que dura.


Y gracias por Preciosa. Hallé en sus ojos
al enigma enfrentado en el espejo:
si hay que morir, que sea enamorado.


Desde que hundí mi rostro entre sus senos
nostalgia apenas soy de su tersura,
nunca más voluntad ni pensamiento.




El Cajas, Ecuador.